Nadie, Francia, te defiende; Tribuno, apóstol, soldado... No tienes uno á tu lado; Gracias dan al que te ofende. ¡Contra tí se han conjurado Los pueblos, mísera y triste! Pues dínos, ¿qué les hiciste? ¿Cuál ha sido tu pecado? Tú la tierra que gemía Cruzaste, ¿y de qué nación No llevaste al corazón Paz, esperanza, alegría? A la una diste tü oro, A esotra tu sangre diste, Y por doquiera esparciste De tus luces el tesoro. Madre de pueblos tú eres, Acostumbrada, en tus hechos, A reivindicar derechos Y á restablecer deberes. Cual vuelven repletas greyes Al establo, á sus prisiones Hoy caminan las naciones So el cayado de sus reyes. Ayer, rayo de la guerra, Combatías y amparabas; ¡Y ahora que doliente acabas. Queda sin sombra la tierra! ¡Qué ingratos fueron contigo! Para ultrajarte, traidora Vino la turba á la hora Del providencial castigo. Y en ver tu sangre gozaban, Y á cada golpe reían, Y á aquellos escarnecían Que aun madre te confesaban. ¡Sólo les duele, en tu mal, Que esa cabeza que inclinas, Así, punzada de espinas, Sea una frente inmortal! No ser francés deseara Para en tu duelo profundo Decirle imparcial, al mundo. Cuánto á mi pecho eres cara. Que ensangrentada, rendida, Perdido el cetro de oro, ¡Eres la Francia que adoro, Eres mi patria elegida! Victor Hugo